El sueño de ser tu propio jefe y, por consecuencia, dueño de tu propio tiempo, sin duda alguna es uno de los planteamientos más atractivos como estilo de vida. Pero nos encontramos con el dilema de “¿cómo empezar?”, en la mayoría de los casos.

 

Tenemos esta idea - que en un principio suena tan innovadora y fresca que parece un negocio infalible - y conforme va pasando el tiempo y empezamos a analizar o generar un plan, nos encontramos con una serie de factores que en la mayoría de los casos pueden ser limitantes. En ocasiones, por el simple hecho de ser estudiantes, estos factores te hacen desistir o, en lo mejor de los casos, buscamos orientación. Sin embargo, lo que en realidad precisamos son ideas para producir y vender algo.

 

Muchos pensamos que es necesario crear algo original y desde cero, pero esto no es otra cosa más que una falacia total. Todo gran invento, toda gran creación, tiene un fundamento y una inspiración; somos predeterminados en todo momento a tal punto que es casi imposible ser neutrales u objetivos al momento de querer generar una idea. Y no está mal, al contrario, es un proceso de lo más natural.

 

Habiendo dicho esto, quiero aclarar que si en algún momento te cruzó por la cabeza que al estar en la universidad tal vez no sea el mejor momento para empezar, permíteme decirte algo: ¡muy probablemente sea todo lo contrario! Si tienes tiempo para estudiar y trabajar, tienes tiempo para empezar o al menos a planear y sentar las bases de ese negocio. Estás en una etapa de tu vida donde sigues expandiendo tus perspectivas y tus contactos de forma activa, de forma más racional e íntima; estás en esta etapa donde empiezas a hacer las cosas con un objetivo, y si no, ¡aún mejor! Este es el momento para cometer errores, para plantear y replantear lo que quieres y de qué forma lo quieres.



Las ideas que tienen mayor probabilidad de tener éxito en el mercado son aquellas que se fundamenten en conocimientos, destrezas y habilidades que poseas. Estar en la universidad te da la ventaja competitiva idónea para desarrollar ese concepto de negocio y para replantearlo y formularlo las veces que sea necesario.

 

Es por eso que en las siguientes entradas de este blog les estaré dando consejos que en su momento a mí me funcionaron, así como errores que yo cometí y no estaba consciente de ellos y que en la mayoría de las ocasiones no sabía cómo abordar. Además, situaciones que por miedo o pena de buscar accesoria, limitaron el desarrollo de estas ideas.

 

Ahora, esto no es una guía de cómo hacer las cosas o cuáles son los mejores métodos para desarrollar un negocio, pues cada uno de nosotros viene de una serie de entornos familiares y sociales que nos forman como ser humano. Esto genera que lo que para una persona pueda ser una idea viable, para otra persona no lo será por cualquier circunstancia, incluso ajena a ella misma y eso en ocasiones motiva el desistir en nuestro proyecto.



Esta serie de entradas estarán enfocadas en brindar consejos y platicar de situaciones que se presentan durante el proceso creativo que son tan sutiles pero importantes, y que, al no tomarlas en cuenta, limitan nuestra capacidad de desarrollar dichos proyectos, debido a que son una imagen y reflejo de nosotros. Recordemos que, al hacer cualquier proyecto, estaremos explorando y retando nuestras capacidades, independientemente del resultado. Lo importante será que lo hiciste y el aprendizaje que dejará dicha acción dentro de ese proceso ya que, si nuestros actos son motivados por alguna creencia, hay que asegurarnos que esa creencia sea la oportunidad y no la certidumbre.